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Hogares luminosos y alegres

En vuestros hogares, que siempre he calificado de luminosos y alegres, se educarán vuestros hijos en las virtudes sobrenaturales y humanas, en un clima de libertad, de sacrificio alegre. ¡Y cuántas vocaciones vendrán a la Obra, desde esos hogares que yo he llamado las escuelas apostólicas del Opus Dei! Una de las grandes y frecuentes alegrías de mi vida es ver una cara, que me recuerda a aquel chico que yo conocía hace tantos años. –le pregunto– ¿cómo te llamas?, ¿eres hijo de fulano? Y gozo, dando gracias a Dios, cuando me responde afirmativamente.

El secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano: en encontrar la alegría escondida, que hay en la llegada al hogar; en la educación de los hijos; en el trabajo, en el que colabora toda la familia; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer el hogar agradable –nunca nada que huela a convento, que sería anormal–, la formación más eficaz, la vida más sencilla.

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